En 1778, tres años después de la
constitución de la Sociedad Económica de Sevilla, se vio la necesidad de poner
en marcha el mandato real de Carlos III y las ideas expuestas por D. pedro Rodriguez de Campomanes en
su “Discurso sobre el fomento de la industria
popular” y en el posterior, pero no por ello menos importante, “Discurso sobre la educación popular de
artesanos y su fomento”. En ese momento, la Sociedad vio la posibilidad de
poner en marcha una escuela para el “hilado
del lino, lana y algodón”, y se acordó buscar una “maestra diestra, aplicada y de costumbres arregladas, costeada en parte
con el trabajo de las aprendidas a su cargo: dos días deben hilar a beneficio
de su maestra”. Además de aprender a hilar las alumnas recibían formación
en la Doctrina Cristiana, buenas costumbres y nociones de lectura y escritura.
En definitiva eran verdaderos centros de enseñanza profesional (1).
Esta labor pedagógica fue considerada por los Amigos del País de primerísima necesidad y se acordó en
febrero de 1778, nombrar presidente de dicha comisión a Jovellanos, quien
asumiendo con gran responsabilidad su cargo solicitó al Censor de la Sociedad
Matritense que les facilitara por un año un maestro de hilar. En efecto, así fue: se contrató a D. Juan García
de Alienes según consta en los archivos de la Sociedad.
Inicialmente se planteó la
creación de tres escuelas, una en la Alameda, otra entre la puerta Osario y la
puerta de Carmona y una tercera en Triana. Sin embargo, sólo se pusieron en
marcha dos, una en el barrio de San Lorenzo y otra en Triana, para las que se
formalizaron los correspondientes arrendamientos de dos casa para usarlas como
casas de hilados, cada una de las cuales contarían con 12 alumnas. Igualmente
se aprobó dar enseñanza en casas de niñas huérfanas, comunidades religiosas,
beaterios y casas particulares de la ciudad de Sevilla.
Para llevar a cabo la enseñanza
de hilados, la Sociedad Económica, siendo su Vicedirector, D. Martín de Ulloa,
solicitó para Sevilla, la libertad de entrada de linos y cáñamos que se
necesitaran para sus escuelas taller, petición que fue concedida por R.O. de
S.M. del 31 de mayo de 1779. La Real Maestranza de Caballería de Sevilla, entre
otras instituciones de la ciudad, aportó fondos para el buen fin de las
escuelas de hilados (2).
Cada escuela contaba con un "Socio Curador”, cuya misión era supervisar el trabajo de las alumnas y sus maestras,
así como emitir un informe periódico a la Sociedad con objeto de informar de
los adelantos de las alumnas. También proponía a las Juntas Generales de la Sociedad
Económica sevillana, que cada año se celebraban el 23 de noviembre, los premios
a las educandas más distinguidas en los 12 meses precedentes y un galardón a
las maestras, así como entregas de ayudas económicas para aquellas alumnas que
hiciesen constar, además de su habilidad con el hilado, el cuidado de sus
padres ancianos ó enfermos. Gaspar Melchor de Jovellanos
(1744-1811) fue el primer “Socio Curador” con que contó la escuela de San
Lorenzo, siendo sustituido en este cargo al marcharse a Madrid, dónde había
sido nombrado Alcalde de Casa y Corte (3). En enero de 1783, la escuela de San
Lorenza, se trasladó a otra casa en el barrio de San Martín y se puso en marcha
un nuevo aprendizaje para trabajar la seda mediante el método Vaocanson.
(1) La Real Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País:
su proyección educativa (1775-1900). María Consolación Calderón España.
(2) La Real Maestranza de Caballería de Sevilla (1670-1998).
Francisco Núñez Roldán.
(3) Jovellanos: Vida y Pensamientos. Manuel Álvarez-Valdés y
Valdés.
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