La Real Sociedad Económica Sevillana de Amigos del País, es una
Corporación histórica de carácter benéfico sin ánimo de lucro, que inició sus
actividades el 15 de abril de 1775, y desde entonces sigue desarrollando su
labor altruista.
Con un número
inicial de cuarenta socios, se aprobaron los Estatutos de la Corporación,
dedicándose desde sus orígenes, a la promoción de la economía local, y al fomento de la actividad cultural de
Sevilla y su provincia. Su primer Presidente, fue D. Pablo de Olavide, puesto honorífico que
indudablemente se le concedió en reconocimiento a su labor como promotor de la
corporación.
La primera Junta Directiva estuvo formada por los siguientes
señores:
Director: D. José Bucarelli y Ursua Lasso de
la Vega, Marqués de Vallehermoso.
Vice-Director: D. Martín de Ulloa y de la Torre, Caballero de
Santiago, Oidor de la Real Audiencia.
Censor: D. Ignacio Luís de Aguirre,
Alcalde del Crimen de la Real Audiencia.
Tesorero: D. Francisco de la Barrera Benavides
Secretario: D. Francisco Fernández de las Peñas
Ramirez de Guzmán, Caballero Veinticuatro de Sevilla.
El sello original de sociedad, lleva la madeja anudada por el medio y las
letras NO-DO, que el Rey Don Alonso el Sabio impuso a la ciudad de Sevilla por
la fidelidad que siempre le profesó. Se
agregaran tres antorchas encendidas que se cruzan y enlazan en el nudo de la
madeja, con varios instrumentos esparcidos en su base, alusivos a las tres comisiones
de Agricultura, Artes y Oficios, Industria, Comercio y Navegación, con el lema: “Da Luces,
Siempre Fiel”
- El desarrollo de la Agricultura.
- La Industria, el Comercio y la Navegación.
- Las Enseñanzas Prácticas, las Artes y
los Oficios.
Las Reales Sociedades Económicas fueron algo más que centros de fomento
económico: constituyeron un núcleo de recepción de ideas innovadoras y de
difusión de las mismas. Desde sus
orígenes, la institución cumplió fielmente en la ciudad de Sevilla, con la
gran misión de desarrollar e impulsar todo lo que significaba progreso. Fue,
sobre todo durante el siglo XIX, el núcleo potente de todas las fuerzas vivas
de la ciudad, expandió la cultura, impulsó las bellas artes, potenció el
desarrollo industrial, fijó objetivos económicos, propuso criterios
urbanísticos, estudió mejoras sanitarias, defendió propuestas de solución a
problemas sociales con autentica visión futurista y propuso ideas de renovación
total de normas y principios.
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