En España, al igual
que en en otros países europeos, en el siglo XVIII, aparecen agrupaciones científicas o
literarias y las tertulias de amigos comienzan a elevarse al rango de
academias. Muchas de estas tertulias eruditas, que habían nacido por impulsos
particulares en torno a algún protector principal, se institucionalizaron en la
segunda mitad del siglo.
Los factores que
influyeron en la creación de las Sociedades Económicas fueron variados, pero
destacan la coyuntura económica de la época y la presencia de ilustrados,
creándose una situación propicia para fomentar las sociedades que ayudaran a
dar cauce a las necesidades económicas. Aunque nacieron como instituciones para
la reforma y esencialmente para la reforma económica, abordan también la
social, la administrativa e incluso la ideológica. Fomentan entre sus miembros
la lectura de obras científicas del momento, tanto españolas como extranjeras
en las que de algún modo, basarían sus acciones. Estas Sociedades se
convirtieron en el grupo innovador más importante del momento con respecto a la
sociedad, la cultura y la economía del país.
Las Sociedades
Económicas españolas tuvieron su origen en la “Bascongada”, creada por iniciativa de D. Javier María Munive, Conde
de Peñaflorida, que tras volver de Francia en 1746, quiso imitar las reuniones
que tantos éxitos tenían en el país vecino. En Azcóitia, se reunían al
anochecer en la Casa de la Villa, caballeros y clérigos ilustrados, en tertulia
de amigos la cual se transformó pronto en verdadera asamblea académica. Llegó a
tener tal seriedad y rigor que en 1748 tenían perfectamente reglamentadas sus
actividades. Una Real Orden fechada el 8
de abril de 1765, en la que constaba la satisfacción de Carlos III, en
declararla como “Real Sociedad Bascongada de Amigos del País”, proponía que las
demás provincias del Reino la imitaran.
El ejemplo de la
Sociedad Bascongada no cundió hasta que se dio a conocer en todo el Reino el “Discurso sobre el fomento de la industria
popular”, circular que Campomanes, siendo Fiscal del Consejo de Castilla,
envió el 18 de noviembre de 1774 a todas las autoridades locales, ordenándoles
la creación de Sociedades Económicas, para lo cual requiere la participación de
nobles, obreros y gente acomodada, poniéndoles el ejemplo dado por las
provincias vascongadas.
Pese al impulso del
Gobierno, siempre fueron personas particulares las que se unieron y
decidieron posteriormente solicitar al Consejo permiso para poder funcionar.
La primera
en organizarse, después de la bascongada, fue la de la capital del Reino, con
el fin de reproducir fielmente el proyecto de Campomanes.
La Real Sociedad
Económica Matritense de Amigos del País, se convierte en supervisora de las numerosas
solicitudes que llegan al Consejo de Castilla, para constituir Sociedades
Económicas entre 1775 y 1808, se solicita autorización para fundarse unas 96
Sociedades.
En el siglo XX, las
Sociedades Económicas han continuado como depositarios de esa tarea de
promoción y desarrollo pero sin intervenir en actividades propias de
organizaciones gubernamentales. Actualmente, estas Sociedades Económicas,
tienen y deben tener un lugar destacado en la realización de trabajos de
investigación, formación y estudio de aspectos históricos-culturales que pueden
ser complementarios a los llevados a cabo por la Universidad, los Gobiernos
Centrales, Autonómicos y Locales.
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