lunes, 14 de abril de 2014

ESPAÑA Y LAS SOCIEDADES ECONOMICAS DE AMIGOS DEL PAIS

  En España, al igual que en en otros países europeos, en el siglo XVIII, aparecen agrupaciones científicas o literarias y las tertulias de amigos comienzan a elevarse al rango de academias. Muchas de estas tertulias eruditas, que habían nacido por impulsos particulares en torno a algún protector principal, se institucionalizaron en la segunda mitad del siglo.
  Los factores que influyeron en la creación de las Sociedades Económicas fueron variados, pero destacan la coyuntura económica de la época y la presencia de ilustrados, creándose una situación propicia para fomentar las sociedades que ayudaran a dar cauce a las necesidades económicas. Aunque nacieron como instituciones para la reforma y esencialmente para la reforma económica, abordan también la social, la administrativa e incluso la ideológica. Fomentan entre sus miembros la lectura de obras científicas del momento, tanto españolas como extranjeras en las que de algún modo, basarían sus acciones. Estas Sociedades se convirtieron en el grupo innovador más importante del momento con respecto a la sociedad, la cultura y la economía del país.
  Las Sociedades Económicas españolas tuvieron su origen en la “Bascongada”, creada por iniciativa de D. Javier María Munive, Conde de Peñaflorida, que tras volver de Francia en 1746, quiso imitar las reuniones que tantos éxitos tenían en el país vecino. En Azcóitia, se reunían al anochecer en la Casa de la Villa, caballeros y clérigos ilustrados, en tertulia de amigos la cual se transformó pronto en verdadera asamblea académica. Llegó a tener tal seriedad y rigor que en 1748 tenían perfectamente reglamentadas sus actividades.  Una Real Orden fechada el 8 de abril de 1765, en la que constaba la satisfacción de Carlos III, en declararla como “Real Sociedad Bascongada de Amigos del País”, proponía que las demás provincias del Reino la imitaran.
  El ejemplo de la Sociedad Bascongada no cundió hasta que se dio a conocer en todo el Reino el “Discurso sobre el fomento de la industria popular”, circular que Campomanes, siendo Fiscal del Consejo de Castilla, envió el 18 de noviembre de 1774 a todas las autoridades locales, ordenándoles la creación de Sociedades Económicas, para lo cual requiere la participación de nobles, obreros y gente acomodada, poniéndoles el ejemplo dado por las provincias vascongadas.
  Pese al impulso del Gobierno, siempre fueron personas particulares las que se unieron y decidieron posteriormente solicitar al Consejo permiso para poder funcionar. 
La primera en organizarse, después de la bascongada, fue la de la capital del Reino, con el fin de reproducir fielmente el proyecto de Campomanes.
  
  La Real Sociedad Económica Matritense de Amigos del País, se convierte en supervisora de las numerosas solicitudes que llegan al Consejo de Castilla, para constituir Sociedades Económicas entre 1775 y 1808, se solicita autorización para fundarse unas 96 Sociedades.

  La vida de las Sociedades Económicas a finales del siglo XIX fue languideciendo a favor de otras Instituciones, como la Universidad, muchos de sus cometidos fueron sustituidos por las actividades desarrolladas por el Gobierno y las Entidades Locales, que tomaron parte activa en el fomento de infraestructuras y la resolución de problemas sociales. El Gobierno fue haciéndose cargo de los asuntos de enseñanza, agricultura, comercio, etc., que antes eran patrimonio de estas asociaciones.

    En el siglo XX, las Sociedades Económicas han continuado como depositarios de esa tarea de promoción y desarrollo pero sin intervenir en actividades propias de organizaciones gubernamentales. Actualmente, estas Sociedades Económicas, tienen y deben tener un lugar destacado en la realización de trabajos de investigación, formación y estudio de aspectos históricos-culturales que pueden ser complementarios a los llevados a cabo por la Universidad, los Gobiernos Centrales, Autonómicos y Locales. 

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